Tender puentes: el arte del cambio (Logoterapia y Neurociencias)

  Frente a la posibilidad de cambiar aquello que consideramos necesario, ya sea porque lo registramos de tal modo, o porque alguien nos lo señala…¿qué hace que uno lo viva como desafío y se entregue de lleno a esa tarea, y que otro lo sienta como imposible? ¿Acaso es un tema de valentía o cobardía? ¿De animarse o detenerse retenido por el corsé del miedo a lo diferente, o a no poder? ¿Y quien lo intenta, no considera el fracaso, o aún así, prefiere intentarlo a frustrarse en la parálisis de la inacción? Una vez más, frente a las decisiones personales, son tantas las posibilidades como personas que las transitamos.
 Una frase que repetíamos a menudo, a modo jocoso, en nuestra formación de Terapeutas Familiares, era: “¿cómo hago para cambiar sin cambiar?”. Este interrogante refleja la demanda inconsciente de algunos pacientes en Terapia, solapada por su intención (consciente) de estar ahí, en un proceso que supuestamente le permitirá modificarse. Y, a su vez, es una pregunta que traducimos los profesionales a partir de las resistencias de quienes consultan frente al cambio. Algo más común de lo que creemos. Por eso, entiendo que nuestro trabajo debe ser paciente, prudente, de a pasos pequeños y oportunos, para que la reorganización y evolución de los sistemas personales o vinculares suceda del modo más natural posible, hasta  incluso se realice desde el deseo genuino del paciente. Lo que Karl Popper llama: “la política de los pequeños pasos”. Y Gregory Bateson sentencia: “quien quiera hacer el bien, debe hacerlo en los pequeños detalles”.
 Si creemos que “sí” podemos cambiar, entonces asumiremos un papel protagónico, seguramente cargado de motivación, de significado. La búsqueda de la autotrascendencia va guiada por algún “sentido” que fortalece el “podemos hacerlo” porque existe un “quiero hacerlo” que otorga vitalidad y fe en la empresa de ser mejor persona.
 Pero ¿por dónde empezar? Las Neurociencias se inclinan a privilegiar el papel de las percepciones. Si logro modificar mi percepción de tal situación, de mí mismo o de otra persona, puedo cambiar los sentimientos o las emociones que me generan, y actuar de mejor modo.
Cuando amplío el foco perceptivo, es decir cuando puedo considerar otros puntos de vista, otras perspectivas frente a la misma situación, enriquezco mi  mapa cognitivo y mi cosmovisión. Esto me permitirá establecer nuevos recorridos mentales, emocionales, nuevas rutas de conocimiento y de acción. El planteo estratégico de la Terapia se basa en la concepción filosófica del conocimiento constructivista: Bannister, Elster, Glaserfeld, Foerster, Maturana, Piaget, Varela, Kelly, Watzlawick.  Su fundamento es que no existe una sola realidad, sino tantas realidades como puntos de observación e instrumentos empleados para observan se utilicen. Pensemos, por ejemplo, en el relato diferente que escuchamos de tres hermanos de la misma familia frente al mismo suceso compartido.

 Consideremos esta situación que vivió un médico y que lo llevó a modificar su percepción de la realidad, considerando otra perspectiva: la cosmovisión de su paciente…o el modo de amar de este señor a su esposa…

“Era una mañana agitada, eran las 8:30, cuando un señor mayor, de unos 80 años, llegó al hospital para que le sacaran los puntos de un pulgar. El señor dijo que estaba apurado y que tenía una cita a las 9:00 am.
Comprobé sus señales vitales y le pedí que tomara asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera atenderlo. Lo vi mirando su reloj y decidí, que ya que no estaba ocupado con otro paciente, podría examinar su herida. Durante el examen, comprobé que estaba curado, entonces le pedí a uno de los doctores, algunos elementos para quitarle las suturas y curar su herida. 

Mientras le realizaba las curas, le pregunté si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan apurado.
  
El señor me dijo que no, que necesitaba ir al geriátrico para desayunar con su esposa. Le pregunté sobre la salud de ella. 

Él me respondió que ella hacía tiempo que estaba allí ya que padecía de Alzheimer.
  
Le pregunté si ella se enfadaría si llegaba un poco tarde.
  

Me respondió que hacia tiempo que ella no sabía quien era él, que hacía cinco años que ella no podía ya reconocerlo.
  
Me sorprendió, y entonces le pregunté, '¿Y usted sigue yendo cada mañana, aun cuando ella no sabe quién es usted?'  

Él sonrió 
y me acarició la mano, me contestó:
'Ella no sabe quien soy, 
  pero yo aún sé quién es ella.'  


¿Acaso esta respuesta no nos toma a varios de nosotros por sorpresa? Se trata de cambiar, en este relato, la lógica racional por la lógica de un amor profundo. Y, en la vida diaria, muchas veces se trata de poder ser flexibles y comprender otros argumentos que nos acercan a nuestros interlocutores. Me gusta la metáfora de “armar puentes” entre el otro y nosotros…el modo sano de vincularnos, aunque no sea tan común.
 Ya en 1973, Heinz Von Foerster definió su imperativo ético constructivista para nuestra profesión de Terapeutas: “Obra siempre de modo que aumentes el número de posibilidades de elección”.

 Desde acá, la intervención del Logoterapeuta Vincular  tiende a desplazar el punto de observación rígido y disfuncional del consultante a una posición mucho más elástica y rica en cuanto a posibilidades. Con más opciones perceptivo-reactivas. Se trata de ocuparnos de la funcionalidad del comportamiento de la persona, es decir, de cómo percibe la realidad y de cómo se relaciona consigo mismo y con los otros. Justamente para poder tender puentes, para lograr acercarnos y comprendernos, para poder compartir. Entonces el cambio ocurre verdaderamente porque se logra la redefinición cognoscitiva de la situación y de la experiencia.