Logoterapia Vincular y capacidad de transformación.

La Logoterapia Vincular tiene lugar en el “encuentro” con el otro, y es el escenario privilegiado de sanación. Un encuentro que, acompañado por el respeto hacia la esencia de la persona con quien estamos trabajando, busca liberarlo en su ser más profundo y genuino, para que logre vivir en plenitud. Esa liberación de sus ataduras incluye detectar su zona de confort y todo las cerraduras que no lo dejan arribar a su sí-mismo: temores, angustias, ideas negativas o erradas, pensamientos congelados, reacciones desmedidas, no-reacciones (parálisis de pensamiento o de acción), inhibiciones, zonas vulnerables, comodidad existencial, y todos los fantasmas que atentan contra la fuerza de su lado más claro, más profundo, aquel que “nunca enferma” (el inconsciente espiritual).
Recordemos la definición del amor que nos regala  “El Principito”: “el amor es el proceso que te lleva de regreso a ti mismo”. Creemos que el vínculo saludable nos transforma. Y la transformación, si se quiere,  está inscripta también en nuestros genes: estamos llamados, por vocación, a ser auténticos, a reinventarnos más allá de nuestra historia y nuestras cadenas, a trascender por sobre la adversidad y elevar el alma y el corazón a niveles cada vez más intensos de profundidad y claridad. Transformarnos requiere de coraje: para acercarnos a nuestras emociones, a nuestros conflictos, a nuestros deseos y temores, para poder comprendernos y diseñar un mapa de ruta para lograr crecer, cambiar y madurar. Porque no se adquiere madurez sin transformación. Y esta vida es un constante proceso de aprendizaje y de cambio.
La otra cara de la relación terapéutica también nos dice mucho al respecto: cuando acompañamos a otros nos movilizamos en nuestro ser más profundo gracias al encuentro, y también podemos transformarnos y liberarnos de nuestros propios muros. Cada Logoterapeuta podrá vivenciar esta posibilidad de diferentes modos y contará sus propias experiencias. Les voy a compartir este ejemplo: utilizando la tecnología que está hoy a nuestro alcance, suelo elegir algunas frases luminosas y fotos hermosas y, cuando lo siento oportuno, enviarle vía Whatsapp a algún paciente aquello que pienso puede renovarlo u otorgarle una caricia en el alma, fuera del horario de su sesión. Es muy grato recibir su respuesta y, también, su valoración personal de ese “regalito” que puede teñir su día de un verde esperanza. Y suele suceder que también se anime en alguna ocasión, a buscar un mensaje que sienta, y que puede iluminar también mi día. Este es un pequeño recurso terapéutico (pese a que amplía el encuadre) que promueve un ida y vuelta, incluso reciprocidad, y remite a aquella definición de la relación terapéutica dada por V. Frankl: “dos compañeros existenciales”…
La transformación también ocurre cuando opera un renacimiento en la vida de las personas. Muchos  relatan que han vivido una “segunda oportunidad” cuando, por ejemplo, logran la cura de una enfermedad que los amenazó de frente. Es realmente emocionante escucharlos. Hay quienes cuentan haber vivido esa experiencia brutal, al modo de un tsunami que podía arrebatarles absolutamente todo. Y, sin embargo, lograron sobrevivir: con mucho aprendizaje, engordando la capacidad de resistencia espiritual, y valorando variables que hasta ese momento no creyeron tan significativas. Gerardo, de 41 años, Gerente de una multinacional, casado y con un hijo, vivió una situación dramática de enfermedad física durante el año pasado, que lo llevó a pensar que su vida se acababa. El amor de su familia y sus amigos lo impulsaron a buscar un camino de crecimiento espiritual que, incluyendo el tratamiento de él y de su familia en Logoterapia Vincular, logró encontrarse con sus miedos, con sus fortalezas, y creer que merecía la pena “planificar” en medio del caos, “limpiar” su ser y buscar iluminar cada rincón de su existencia. Fue un trabajo muy sólido, con mucho llanto y angustia por momentos, pero validando siempre su capacidad de resiliencia. Hoy Gerardo ha vencido al enemigo y, hasta me animaría a decir, que logró entender el mensaje de ese enemigo: pasó por un proceso de transformación que hoy le permite vivir más en sintonía con su ser auténtico, con sus necesidades, con su mundo afectivo, más claro en su modo de comunicarse, y habiendo pasado por la experiencia del “perdón” para redimirse y restablecer vínculos desde la aceptación y la misericordia.
“En efecto, en el planeta del Principito, como en todos los planetas, había hierbas buenas y hierbas malas. Como resultado de buenas semillas de buenas hierbas y de malas semillas de malas hierbas. Pero las semillas son invisibles. Duermen en el secreto de la tierra hasta que a una de ellas se le ocurre despertarse. Entonces se estira y, tímidamente al comienzo, crece hacia el sol una encantadora briznilla inofensiva. Si se trata de una planta mala, debe arrancarse la planta inmediatamente, en cuanto se ha podido reconocerla.
Había, pues, semillas terribles en el planeta del Principito. Eran las semillas de los baobabs. El suelo del planeta estaba infestado. Y si un baobab no se arranca a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él. Invade todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y si los baobabs son demasiado numerosos, lo hacen estallar.
“-Es cuestión de disciplina”, me decía más tarde el Principito. “Cuando uno termina de arreglarse por la mañana debe hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs en cuanto se los distingue entre los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes. Es un trabajo muy aburrido, pero muy fácil”.

Hay que limpiar el corazón de los sentimientos negativos, porque, si no, crecen, echan raíces, y más adelante se hace más difícil arrancarlos. Hay que transformar las ideas oscuras dejando entrar la luz, pensando en los colores del arco iris o de las flores, reinventando puentes entre nosotros y las personas, entre nosotros y el mundo. El puente con nosotros mismos.