¿Qué es la Logoterapia Vincular?

Voy a realizar una aproximación a lo que denomino Logoterapia Vincular, combinando la Logoterapia y el Análisis Existencial con el enfoque Sistémico, y privilegiando las siguientes consideraciones:
  • La libertad y la responsabilidad son los recursos plenos del hombre para responder y significar el sufrimiento.
  • Los valores (de creación, de vivencia y de actitud) como guía y orientación.
  • El proyecto personal (crisis de identidad) y el proyecto en común (de pareja o familia).
  • El espacio del nosotros (participación, tolerancia, solidaridad) como espacio de significación 
  • El apoyo sobre el resto sano: la capacidad de oposición y reacción del espíritu humano. aprendido y sostenido en la instancia familiar-vincular, para poder operar la transferencia del aprendizaje a lo macro-social.
  • El amor con sentido: que se educa, se mejora, y que sostiene frente a las adversidades. 
  • La búsqueda del sentido de la vida, asumida primero desde la familia.
  • La valoración de la familia al servicio de la persona y promoviendo justamente lo que personaliza.
  • Los acuerdos efectivos y sostenidos, y otros reconsiderables en el tiempo, como recurso válido y primordial para mejorar la con-vivencia.
  • El análisis de los niveles de comunicación dentro del sistema familiar. 
  • La solidificación de los vínculos a través de la resignificación de las crisis que atraviesa el grupo en cada etapa (sean evolutivas o accidentales).
Recordemos, en primer lugar, que Víktor Frankl acepta (Fundamentos y aplicaciones de la Logoterapia, San Pablo, 2005, p.110) combinar la Logoterapia con otros métodos: “siendo que la logoterapia no es una panacea, no existen objeciones para combinarla con otros métodos”.
 Desde aquí comencé un proceso, hace varios años, de integración de la Logoterapia con la Sistémica, habiéndome formado, desde el inicio de mi práctica como psicóloga, en Terapia Familiar y en Logoterapia y Análisis Existencial paralelamente. Esas experiencias, basadas en necesidades personales y profesionales, fueron y son la base de esa búsqueda de síntesis y enriquecimiento constante.
Transitamos una época aparentemente sin límites, con grandes proyectos científicos, tecnológicos y técnicos, pero si miramos bien, las fisuras que presenta a nivel humano son lamentables.
 Las consecuencias de la destrucción de la Tierra, la cultura light en valores y las contradicciones, tanto individuales como sociales, hacen que la imagen del mundo que alguna vez anticipamos, se derrumbe.
Desorientado, el hombre puede buscar la solución a sus dilemas, preguntándose por el sentido de la vida.
Para Víktor Frankl, psiquiatra vienés reclutado en los campos de concentración nazis,  esa búsqueda se tornó una cuestión de supervivencia cuando, hace medio siglo, se encontraba en una de las situaciones más trágicas por las que puede pasar un ser humano.
Sus respuestas, aún antes de vivir esa experiencia límite, no solo favorecieron el despuntar de una nueva corriente en Psicoterapia (la cura médica de almas), sino que se transformaron en un contrapeso al “vacío existencial” de nuestro tiempo, al hacer hincapié en la responsabilidad de cada individuo en el desafío de ser hombre.
Creemos que el desafío, aquí y ahora, es contribuir a que lo permanente de los valores humanos pueda ser vivido con claridad y coherencia cumpliendo así su función de orientadores.
Pensemos en la familia como transmisora de valores, como cuna de los primeros aprendizajes. Si parece ser que ya no hay certezas para la Pedagogía, se detecta entonces la urgencia de recurrir a los valores (vividos y vívidos) como guía para sostener las certidumbres sin las cuales el ser humano no puede “honrar la vida”.
La escena sufriente funciona, muchas veces, como espejo de aumento para visualizar lo que, en instancias cotidianas o comunes, intuimos pero no logramos enfocar del todo: apelar a los recursos espirituales para recoger modos cada vez más aptos de transitar la esperanza de un mundo mejor, de un mundo más adecuado para la familia humana.

 1) El vacío existencial o la pérdida de significación del hombre hoy, frente a sí mismo y frente a los otros: repensar la crisis desde el sistema familiar.

¿De qué crisis hablamos los agentes de salud? ¿Qué queremos decir cuando nombramos la crisis como referente común, sobre todo en el contexto actual?
Entendemos que toda crisis, en general, responde a dos alternativas: vivirla como problema o como oportunidad.
Si quien consulta sólo ve un lado de la situación, es nuestra tarea acompañarlo en la comprensión total del fenómeno (lo que aparece) en su enorme complejidad.
Así, la Logoterapia se acerca al hombre desde dos aspectos: la promoción de la salud y la curación. Se trata de un método fundamentalmente de cura, de cuidado.
El logoterapeuta procura que su paciente encuentre el sentido de su vida cooperando con él para que tome conciencia no sólo (ni principalmente) de sus núcleos conflictivos, sino (y principalmente) de que en él también hay espacios libres de conflicto, partes sanas sobre las que debe fortalecerse para vencer la angustia que causa el sin-sentido de la existencia.
El enfoque con el que trabajamos parte entonces de la “connotación positiva”, esto es, la posibilidad de depositar la mirada y la escucha en los aspectos favorables o potencialmente buenos de toda persona en situación o de todo sistema relacional.
Se trata, así, de resaltar  de la crisis su lectura de “oportunidad” (sin desalojar ni negar el peligro, ni la angustia que arrastra). Y esta no es una postura caprichosa. Responde a la cosmovisión de hallarle sentido al sufrimiento. El Dr. Víktor Frankl así lo sentenció: “a pesar de todo, sí a la vida”. Y muchos, conociendo el proceso que fue su vida, sabemos que estas no son sólo palabras.   
La palabra “crisis” proviene del griego krisis, que significa “decisión”. Como toda situación límite, el malestar que conlleva resulta subjetivo en tanto lo tolerable y no tolerable responden, como sabemos, a parámetros absolutamente personales.
En ese encuadre, presenciamos actitudes de lo más variables frente a la angustia y los momentos de decisión, llegando hasta el abandono incluso de certezas.
Los mecanismos de afrontamiento que se usan generalmente frente a la angustia son: a) que los recursos internos se ajusten a las necesidades del momento,  b) que no cuenten con respuestas apropiadas a la ocasión, pero ensayen otras  c) que no sepan qué hacer y se paralicen.
Lo funcional o esperable sería que, ante nuevas demandas, aparezcan nuevas respuestas y habilidades, como consecuencia de ejercer la capacidad de lucha, de adaptación y la creatividad. Así, la reorganización, tanto personal como vincular-familiar, requiere de nuevos aprendizajes para crecer y fortalecerse ante los nuevos desafíos. Sin embargo, esto no es lo más común ni lo más simple.
Enrique Fabbri (en: “Alegría y trabajo de hacerse hombre. Ser Persona”, edit. Guadalupe, 1992) indica un camino de maduración, compatible con la intencionalidad logoterapéutica, que comienza cuando el hombre se cuestiona los siguientes aspectos:
  • ¿Cuál es mi misión en la vida? (crisis de identidad, preguntarse por el sentido de la vida)
  • ¿Cómo me relaciono y me comunico con los demás? (crisis de intimidad)
  • ¿Cómo intervengo en la comunidad de la que formo parte? (crisis de participación: tolerancia para la solidaridad)
  • ¿Cómo vencer la muerte? (crisis de trascendencia)
Todos planteos necesarios para superar lo contingente y buscar el camino que nos lleve a dar nuestra propia respuesta.
Adherimos a la idea que plantea Juan A. Etcheverry (Víctor Frankl y la Logoterapia, Almagesto, 1990): que la dinámica logoterapéutica fundamentalmente mueve “hacia el desierto y desde el desierto”. Es causa de crisis, pero también y, fundamentalmente, motivo para salir de ella. Otro modo para resaltar, una vez más, la relación entre la libertad y la responsabilidad personal.
Interesa en el análisis existencial (trabajado en sesiones personales y otras vinculares):

a) Encontrar los esquemas o estilos existenciales del sistema y de cada paciente, el modo único e irrepetible de ser y de hacer, respondiendo a matrices de aprendizaje, sobre todo vinculares, que moldearon estilos de encuentro y de desencuentro que, a su vez, perfilaron biografías o historias de relaciones.  Para ello se centra en el aquí y ahora, y habilita el allá y entonces para extraer motivos, razones o inferencias. Se evita la categorización previa y se trabajan las experiencias del paciente (su fenomenología) y las respuestas que ofrece frente a cada situación.
b) ayudar a que el paciente se conozca a sí mismo, e infiera su influencia sobre la familia y los otros miembros. Es la aplicación de la milenaria sabiduría socrática: “conócete a ti mismo”, eslabón fundamental en la construcción de la propia identidad y de l modo de salir al encuentro con el mundo.
c) favorecer que el paciente asuma la responsabilidad de su vida sin delegarla en cualquier otra persona o circunstancia, sea en su pareja o su familia, como modo de evitación.
 Nos encontramos frecuentemente con personas que colocan el motivo de su malestar en el vínculo, sin asumir su propia crisis existencial. Por lo tanto, esta confrontación es muy necesaria.
d) llegar a la autorrealización y de ahí a la autotrascendencia. Esto implica una supertransferencia del objeto de sentido hacia algo o alguien más allá del sí mismo.
La tarea del logoterapeuta vincular es la de promover (mover-hacia) la liberación
de su paciente, en su unicidad y singularidad, para desarrollar valores de creación ( trabajo ), de vivencia ( amor ), y de actitud ( testimonio ), que se viven en comunidad.
  
El análisis existencial logoterapéutico apunta a descubrir y asumir el sentido de la vida de la persona que “es y está en el mundo con los otros”, a través de un cuerpo que le permite relacionarse con sus convivientes y con su entorno.
Entonces, el encuentro interpersonal y la apelación a los valores y al sentido son el núcleo de un trabajo en el que siempre se mueven muchas personas, como  la familia, y a veces hasta la comunidad entera. La Terapia Vincular encuentra, una vez más, confirmada la relación entre la gestión personal y su influencia en el macrocontexto social, y viceversa.

2) Somos seres libres y responsables.
Este enfoque nos obliga a hacernos cargo del modo en que enfrentamos cada situación de la vida. Incluso cómo decidimos responder al sufrimiento por más inevitable y grande que éste sea, es una decisión personal (por más que nos cueste entenderlo).
Como acabamos de señalar, asistimos a un espectáculo que propone, muchas veces, escenas del mundo “al revés”.  Entonces aparece, con frecuencia, la tentación de derivar la responsabilidad hacia otros lados o hacia otras personas; la cuestión es salir impune.
Sin embargo, andar con paso seguro a la hora de definir prioridades, de reconocer los costados oscuros y de comprometerse en buscar alternativas luminosas…este es el camino del real compromiso con la vida.
Y desde el enfoque sistémico también encontramos la posibilidad de buscar y tejer junto al paciente “historias alternativas”, para reorganizar la novela personal o familiar de tal modo que se logre operar apertura y plasticidad al sistema de ideas y emociones, y se puedan redimir o completar biografías que yacían vacías de sentido .Watzlawick cita (en El arte del cambio) el imperativo ético constructivista de Von Foerster: “Obra siempre de modo que aumentes el número de posibilidades de elección”. Y explica cómo la intervención terapéutica está representada por el desplazamiento del punto de observación del sujeto, desde su rígida y disfuncional posición perceptivo-reactiva a una nueva perspectiva elástica, no rígida, y con más posibilidades perceptivo-reactivas. Se trata entonces de ampliar los focos de atención y de análisis para enriquecer la cosmovisión personal-vincular.
Aceptar la luz y la sombra de la propia existencia, sin temer, sin buscar la huida. Por el contrario, integrarlas en uno mismo, reconocerlas como parte de uno, para poder iluminar aquellos espacios que uno quiera desplegar en la búsqueda de ser y vivir en plenitud.
Los niños de hoy están expuestos al influjo de una cultura de signo nihilista: el derivado de la no existencia. Se requiere con urgencia una autoridad moral que enseñe a diferenciar lo que está bien de lo que está mal, demostrado desde la coherencia propia. Pero la desorientación y la falta de contención que sienten muchos padres, resulta en una situación verdaderamente triste.
Los seres humanos estamos destinados a florecer plenamente en nuestros vínculos. Ya que todo lo que somos lleva la huella (positiva o negativa) del otro, de los otros, Y como nuestra identidad se constituye y se sostiene bajo la mirada de las personas significativas de nuestra vida, así su ausencia dificulta el sano desarrollo personal.
Cuidar a quien amamos es esencial a la hora de dirigirnos a los espacios que signifiquen positivamente nuestra vida, y le otorguen sentido.
Entendemos que hay sufrimientos que tienen uno o varios “sentidos”, y son los que le dan valor al vivir, los que enaltecen la dignidad de nuestra existencia, por la capacidad de lucha y oposición que promueven. Pero también están  los sufrimientos sin sentido, a los que podemos referirnos como inútiles en tanto provocan un desgaste existencial y encaminan la vitalidad hacia oscuros pozos ciegos.

3) ¿Qué objetivos generales formulo para estos tratamientos Vinculares?
  • Que la Pareja o la Familia logre reconocer sus aspectos saludables o fortalezas (modos de funcionar frente a las crisis) para, desde allí, visualizar un posible recorrido.
  • Que reparen en situaciones anteriores de crisis, y analicen los mecanismos de afrontamiento de las mismas, ya sea para ratificarlos como para provocar un cambio.
  • Que cada uno pueda comunicar sus miedos, expectativas, deseos, ansiedades.
  • Que acuerden sobre los aspectos para poder crecer individual y grupalmente, destrabando al sistema de los posibles obstáculos. Legalizar la angustia para poder metabolizarla.
  • Que propongan nuevas y posibles alternativas de resolución de conflictos, animándose a los cambios.
Rollo May, en Amor y Voluntad, señala una característica propia de los problemas: “predicen el futuro. Los problemas de un período son las crisis existenciales de lo que puede ser resuelto pero todavía no lo ha sido; e independientemente de la seriedad con que tomemos esa palabra “resuelto”, si no existiera alguna nueva posibilidad, no habría crisis…habría sólo desesperación”.
 Los problemas empujan a lugares y movimientos hasta entonces desconocidos. Los jeroglíficos de la vida son enigmas a develar, y el proceso bien puede ser vivido como un desafío placentero, aunque la oscuridad por momentos amenace.

4) Toda comunicación se aprende.
No se trata, valga la aclaración, de decir siempre lo que uno piensa sin medir las consecuencias. Quienes lo hacen suelen invocar la espontaneidad como motivación. Aunque tal vez se olvidan de la gran orientadora, que es la virtud de la prudencia. Se trata de decir con delicadeza y sentido de la oportunidad lo que se tenga que decir. Es un ajuste del “cómo” y del “cuándo”, y esto con voluntad se aprende.
Cuidar de lo que se dice y cómo se dice. El cuidado evidencia que nos importa, que nos preocupa algo o alguien. Es la fuente de la ternura humana, según Rollo May.
Para aprender algo nuevo hace falta motivación, es decir, tener la intención de hacerlo porque se percibió una necesidad que debe ser satisfecha. La voluntad y el cuidado se encuentran entre las situaciones de aprendizaje: uno desea aprender algo que aparece como bien en su vida. Y al connotarlo y comprobarlo como bueno, se aprende a cuidar aquello que se ama.   Parece extraño, en el marco de la apatía y el desinterés actual, que pretende vaciar de contenido y de sentido nuestras actividades, poder encontrar espacios como éste en donde sigamos apostando al amor, a aprender a ser mejores, a crecer…
En las relaciones interpersonales debe haber cuidado. Cuando la vida de la otra persona me importa, aparece la preocupación por ella/él. El sentir señala un compromiso: hacer lo necesario para que esa relación prospere y crezca. Pensemos en los matrimonios que tienen muchos años de buena convivencia juntos: la duración del vínculo hubiera sido impensable si no hubieran creído y apostado al compromiso a largo plazo. Entonces, lo que sostiene la unidad de la pareja en las buenas y en las malas, guiándola en las difíciles barrancas que se suceden el la geografía humana, es la fuerza indeclinable del buen amor entre hombre y mujer. Y se torna obligatorio recordar que en la figura de la comunicación aparece la mejor opción para lograrlo. Porque el diálogo entre ellos es el mejor recurso que protege tanto la seguridad como el bienestar, y resuelve los conflictos en la medida en que se van sucediendo.
Siendo la comunicación un vehículo de expresión (de sensaciones, sentimientos, deseos y pensamientos) y de relación, es oportuno detenernos a revisar los indicadores que apunten al buen desarrollo de este proceso:

             -el respeto por uno y por el otro,
             -sistema de lealtades mutuas (confianza mutua),
             -capacidad de escucha y de diálogo,
             -constancia en la intención de dialogar (buscar el momento oportuno),
             -voluntad de despejar los malos-entendidos.
             -respeto por los espacios vinculares.
             -acuerdo sobre la necesidad de cerrar los temas a fin de evitar reproches.
             -capacidad de perdonar y de pedir perdón. Reconciliación.